El cuasidécimo círculo
Como muchos de los habitantes de esta Megalópolis (si, así con mayúscula), he padecido el infortunio de viajar en el metro a hora pico.
Siete y media de la noche, línea 3, en el túnel entre Hidalgo y Guerrero, el convoy va lleno a un punto en que el principio de impenetrabilidad vale madre, aquí es donde el argumento del sacerdote que se hizo una megapuñeta mental, encontrándole un significado satánico al Aserejé, pierde validez: "y donde más no cabe un alma", aunque por otro lado la situación da origen a la hipótesis del circulo 9.0.5 del infierno, ahí en el inframundo, pero sin llegar al centro de la tierra. De seguro Virgilio conocía su existencia pero ahí si no le quiso entrar, se vio muy fresa el poeta: ay si "yo te llevo a conocer los 9 círculos del infierno pero al metro en hora pico, no me subo", ¡ah que pinche Virgilio tan fresa!.
Lamentablemente la temperatura iba en aumento, el calor era insoportable, los olores del sudor propio y el ajeno eran inevitables, el contacto de los cuerpos amontonados en ese espacio ínfimo era sofocante, costaba trabajo respirar, los ventiladores estaban quietos, seguramente vencidos por el agotamiento, las ventanas se negaban a dejar salir el aire, el sopor creaba un estado de estupefacción indescriptible, se sentía como subía el aire caliente a través del paladar, ahí se entretenía dando vueltas hasta subir de golpe al cerebro, casi haciendo estallar los globos oculares.
Recordé entonces la imagen de "El Pensador" de Rodin y su origen: "La puerta del Infierno", recordé obviamente la leyenda: "Abandone toda esperanza aquél que entre aquí", recordé también las imágenes de las almas apretujadas y consumidas por las llamas en el purgatorio. ¡Qué cilicio, qué disciplinas, qué mortificación del cuerpo ni que la chingada!, imposible dormir, imposible mantenerse despierto, imposible moverse. Una bolsa se clavaba entre mis costillas, mientras un codo se embarraba en mi mejilla; difícil respirar, difícil contener el asco por el olor a humanidad encerrada.
Entonces en medio del caos, mi mente se aclaró y apareció ante mi con una claridad cristalina, como una epifanía, uno de los pensamientos mas profundos que haya tenido jamás un ser humano: "Creo que este no es el momento adecuado para tirarse un pedo".
Siete y media de la noche, línea 3, en el túnel entre Hidalgo y Guerrero, el convoy va lleno a un punto en que el principio de impenetrabilidad vale madre, aquí es donde el argumento del sacerdote que se hizo una megapuñeta mental, encontrándole un significado satánico al Aserejé, pierde validez: "y donde más no cabe un alma", aunque por otro lado la situación da origen a la hipótesis del circulo 9.0.5 del infierno, ahí en el inframundo, pero sin llegar al centro de la tierra. De seguro Virgilio conocía su existencia pero ahí si no le quiso entrar, se vio muy fresa el poeta: ay si "yo te llevo a conocer los 9 círculos del infierno pero al metro en hora pico, no me subo", ¡ah que pinche Virgilio tan fresa!.
Lamentablemente la temperatura iba en aumento, el calor era insoportable, los olores del sudor propio y el ajeno eran inevitables, el contacto de los cuerpos amontonados en ese espacio ínfimo era sofocante, costaba trabajo respirar, los ventiladores estaban quietos, seguramente vencidos por el agotamiento, las ventanas se negaban a dejar salir el aire, el sopor creaba un estado de estupefacción indescriptible, se sentía como subía el aire caliente a través del paladar, ahí se entretenía dando vueltas hasta subir de golpe al cerebro, casi haciendo estallar los globos oculares.
Recordé entonces la imagen de "El Pensador" de Rodin y su origen: "La puerta del Infierno", recordé obviamente la leyenda: "Abandone toda esperanza aquél que entre aquí", recordé también las imágenes de las almas apretujadas y consumidas por las llamas en el purgatorio. ¡Qué cilicio, qué disciplinas, qué mortificación del cuerpo ni que la chingada!, imposible dormir, imposible mantenerse despierto, imposible moverse. Una bolsa se clavaba entre mis costillas, mientras un codo se embarraba en mi mejilla; difícil respirar, difícil contener el asco por el olor a humanidad encerrada.
Entonces en medio del caos, mi mente se aclaró y apareció ante mi con una claridad cristalina, como una epifanía, uno de los pensamientos mas profundos que haya tenido jamás un ser humano: "Creo que este no es el momento adecuado para tirarse un pedo".